Los domingos por la tarde Baldwing gustaba de caminar frente a la costanera.
Generalmente cuando el sol se ponía, sobre un escalon al borde del mar, se sentaba una mujer joven, quizás 23 años.
A Baldwing le gustaba mirar como esa mujer de vestido blanco ondulante por el viento, lloraba hasta el anochecer, se levantaba y se retiraba. Inundaba cada domingo su pañuelo celeste de un salitroso llanto.
El acto se repetía domingo tras domingo, hasta que cierta vez la mujer no volvio a ir más.
Quizás ya no adoraba a ningun Dios del mar, quizás algún amor o familiar habia perdido la vida embarcado, quizás le daba melancolía ver el sol hundirse entre las olas como alma resignada a la resurección. Quizás alguién habia vuelto y ya no necesitaba llorar, quizás ella se unió al mar.
Si bien Baldwing jamás supo el motivo del dolor de aquella mujer, sobre una piedra dormia el celeste pañuelo.
Baldwing lo tomó una tarde entre sus manos, quien sabia cuanto tiempo habia pasado ahí.
El pañuelo aún hedia a llanto.
ÁTOMOS
Hace 17 horas
9 comentarios:
Gracias por hacerte seguidor de mi desván. Hoy sólo vine a decirte esto. En otro momento vuelvo y te leo. Un abrazo.
A veces el llanto es el único camino. Yo lo sé bien. Nos vemos sin fuerzas para afrontar la realidad y derramamos lágrimas, al no vislumbrar el camino hacia la salvación. Un sugerente texto, compañero. Me gustó la imagen de la mujer llorando frente al mar. Un abrazo.
Quiza se hizo mar!
No se si ponerme triste o contento. Al menos sabemos que alguién dejo de llorar.
Baldwing sabe cuanto tiempo estuvo ese pañuelo. ¿Lo guardará?.
Muy grato este espacio de pura Literatura.
En cuanto al llanto de la mujer... el llanto siempre alivi.
Saludos Baldwing
quizá simplemente compró otro pañuelo y se fue a llorar sus penas a otra ciudad.
Quizás. Pero en general el llanto oculta hechos del pasado.
Hola! Gracias por visitar mi blog y por tu hermoso comentario. Pasé por el tuyo y ha sido un placer, Ahora te sigo.
Saludos!
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