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17 dic 2009

Baldwing Ruit y los errores consecuentes del stress.

La corbata se sacudia frente a Baldwing. Esos obscenos lunares rojos no eran decorativos, eran horribles. El hombre se paraba frente a él y levantaba una ceja, con una sofocante cara de estúpido.Baldwing recordo los pepinos largos y desabridos que vendian en las huertas aledañas a la ciudad.

 De seguro que la corbata (que tenia esos lunares horribles) le cortaba la irrigación sanguínea. Baldwing permanecia sentado con los ojos mirando un punto fijo. A la izquierda, casi de frente al archivero, un dispenser de agua  producia un sonido acuático de vez en vez cuando una burbuja llegaba a la superficie.
_ ¿Ha entendido señor Ruit?
Baldwing asintió. Era el quinto jefé que tenia  en dos meses, desde que la compañia cambiaba frecuentemente de dueño.
_ Sigo sin entender -agregó- el porque de las quejas.
Baldwing habia vivido esas charlas infinidad de veces. Sus compañeros lo detestaban y desfrenestraban y siempre lo sometian a largas charlas los nuevos jefés. Baldwing recordó en ese moemento que la única vez que se sentó junto a sus compañeros en el comedor, todos callaron y comieron callados. Descubrió ahí que las arvejas masticadas a velocidad normal emiten un sonido pastoso y monótono.

_ Usted los incómoda.  Verá Ruit, soy un hombre fuerte, así me considero. Y usted en quince mínutos me ha provocado jaqueca.
_ No he dicho demasiado como para turbarle los nervios.
El hombre masticó largamente su chicle oprimiendo sus nervios. Baldwing pensó que al no llegarle sangre al cerebro  era normal sufrir migraña.
Afuera se oían risitas en los pasillos, charlas inentendibles y largos tipeos de máquinas de escribir. De vez en cuando también rompia el silencio el timbre de un teléfono.
_ Bueno Sr. Baldwing, digame, ¿Que cree de todo esto?
_  No me trasmita sus responsabilidades, de lo contrario usted deberá ponerse a archivar y yo a gritarle a la gente. Y no me gusta gritar.

El nuevo jefe lo miró con violencia, aquel patanatas le estaba tomando el pelo. Por antiguedad nadie se atravia a despedir a Baldwing, aunque nadie lo soportace, es que su mirada, su andar, su silencios, inclusive su voz incomodaban a todos. Al moverse Baldwing parecia arrastrar con él una manta oscura de sombras.  Quizás era tiempo de que alguién le pusiera los piés en la tierra.
Tick-tack,  el reloj delataba un silencio grumoso. La mirada agresiva del jefe seguia posada en Baldwing, mientrás este miraba el dispenser. Finalmente Baldwing lo miró directamente a los ojos.
_ Es usted un imbecil inservible, Ruit, y yo mismo me encargaré de que a su primer error sea despedido.

Baldwing sabia que nunca cometia errores. En su trabajo era perfecto.
Sin embargo cometió un error: olvidó su cigarrillo sobre los archivos de la empresa.
Luego del incendio, todo el mundo habló de una fuga de gas y Baldwing pudo conservar el empleo. Sin embargo, mientrás todavia humeaban las instalaciones del edificio Baldwing no podia dejar de sonreir. La corbata se habia quemado y algunos retazos coloreaban los escombros.