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11 sept 2009

Baldwing y el ciego de la quiniela.

Una mañana de Septiembre Baldwing despertó. Luego de detener el timbre del despertador se rasuró con la tentación de reutilizar la navaja que habia encontrado. Se duchó y luego de salir del baño consulto la hora sobresaltado. Parecia que el tiempo se hubiese adelantado.

Rápidamente se vistió y no lavó la taza con cafe que albergaba los restos de una manzana que comenzaban a oscurecerse.
Fué en cuanto llegó al palier del edificio que descubrió que la rueda de su bicicleta estaba desinflada. Acto seguido y dejandola en el lugar emprendió presuroso su caminata.

Baldwing caminaba de manera atolondrada. Su diminuto cuerpo golpeaba entre la gente que lo miraba con disgusto. En el camino y como una extraña coincidencia del destino, todos los semaforos se pusieron en rojo para los peatones. Baldwing pensó que esas escasas cinco cuadras se habian vuelto bloques enteros de cemento. Y que algo no lo deseaba que llegase al trabajo.

Por fin a media cuadra de su trabajo no puedo evitar mirar a un ciego que se dirijia directamente a una columna en su oscura travesía. Baldwing nunca habia sido solidario, no le importaban los demás. No era desprecio pero era un hombre totalmente frio a su realidad, como un cuerpo inerte dedicado a archivar papelerio.

Pese a esto Baldwing lo salvó del golpe.

_ ¿Estamos cerca de la esquina? -preguntó el ciego-

El olor rancio del ciego le recordaba esos bodegones que frecuentaba algunas tardes para jugar ajedrez. Posiblemente lo habia visto vendiendo peinetas en algun colectivo.

_ Estamos en la esquina.
_ Tengo que doblar en la esquina Rosario de Sta. Fé. -dijo simpáticamente el hombre-

El ciego no podía haber elejido calle más tránsitada para doblar, sumandole a que Baldwing debió preguntar a una moza de un bar si efectivamente esa calle era Rosario y Sta Fé.

_ Es una quiniela.

Baldwing tomaba al apestoso hombre del brazo y lo dirijia. ¿Acaso el ciego pensaba en cambiar la suerte de su vida?
Al llegar a la quiniela lo dejó en la puerta.
_ Muchas gracias, al 205 voy a jugar. - En realidad Baldwing no recuerda si era al 205 o al 502. Pero es poco probable que ese hombre haya enderesado su suerte-

Al llegar a su oficina su jefé simplemente no lo saludo. Caminó despacio a su escritorio y se encorbó sobre su máquina de escribir. En su calva se reflejeba el minusculo ventilador de techo sin funcionar.

Baldwing se preguntó porque habia ayudado al ciego, y no puedo dejar de recordar a su tío. También era un ciego timbero y todos los días jugaba sus tres pecitos.
Recordó el informe sobre ciegos de Sabato y se pregunto si la Quiniela era alguna especie de secta para ciegos.

2 comentarios:

El viento a contramano dijo...

Me hubiera preguntado lo mismo. Esa sección de "Sobre héroes y tumbas" es brillante.

Baldwin y la demencia dijo...

Totalmente. Sobre Heroes y Tumbas es genial.