Una mañana de Septiembre Baldwing despertó. Luego de detener el timbre del despertador se rasuró con la tentación de reutilizar la navaja que habia encontrado. Se duchó y luego de salir del baño consulto la hora sobresaltado. Parecia que el tiempo se hubiese adelantado.
Rápidamente se vistió y no lavó la taza con cafe que albergaba los restos de una manzana que comenzaban a oscurecerse.
Fué en cuanto llegó al palier del edificio que descubrió que la rueda de su bicicleta estaba desinflada. Acto seguido y dejandola en el lugar emprendió presuroso su caminata.
Baldwing caminaba de manera atolondrada. Su diminuto cuerpo golpeaba entre la gente que lo miraba con disgusto. En el camino y como una extraña coincidencia del destino, todos los semaforos se pusieron en rojo para los peatones. Baldwing pensó que esas escasas cinco cuadras se habian vuelto bloques enteros de cemento. Y que algo no lo deseaba que llegase al trabajo.
Por fin a media cuadra de su trabajo no puedo evitar mirar a un ciego que se dirijia directamente a una columna en su oscura travesía. Baldwing nunca habia sido solidario, no le importaban los demás. No era desprecio pero era un hombre totalmente frio a su realidad, como un cuerpo inerte dedicado a archivar papelerio.
Pese a esto Baldwing lo salvó del golpe.
_ ¿Estamos cerca de la esquina? -preguntó el ciego-
El olor rancio del ciego le recordaba esos bodegones que frecuentaba algunas tardes para jugar ajedrez. Posiblemente lo habia visto vendiendo peinetas en algun colectivo.
_ Estamos en la esquina.
_ Tengo que doblar en la esquina Rosario de Sta. Fé. -dijo simpáticamente el hombre-
El ciego no podía haber elejido calle más tránsitada para doblar, sumandole a que Baldwing debió preguntar a una moza de un bar si efectivamente esa calle era Rosario y Sta Fé.
_ Es una quiniela.
Baldwing tomaba al apestoso hombre del brazo y lo dirijia. ¿Acaso el ciego pensaba en cambiar la suerte de su vida?
Al llegar a la quiniela lo dejó en la puerta.
_ Muchas gracias, al 205 voy a jugar. - En realidad Baldwing no recuerda si era al 205 o al 502. Pero es poco probable que ese hombre haya enderesado su suerte-
Al llegar a su oficina su jefé simplemente no lo saludo. Caminó despacio a su escritorio y se encorbó sobre su máquina de escribir. En su calva se reflejeba el minusculo ventilador de techo sin funcionar.
Baldwing se preguntó porque habia ayudado al ciego, y no puedo dejar de recordar a su tío. También era un ciego timbero y todos los días jugaba sus tres pecitos.
Recordó el informe sobre ciegos de Sabato y se pregunto si la Quiniela era alguna especie de secta para ciegos.
Rápidamente se vistió y no lavó la taza con cafe que albergaba los restos de una manzana que comenzaban a oscurecerse.
Fué en cuanto llegó al palier del edificio que descubrió que la rueda de su bicicleta estaba desinflada. Acto seguido y dejandola en el lugar emprendió presuroso su caminata.
Baldwing caminaba de manera atolondrada. Su diminuto cuerpo golpeaba entre la gente que lo miraba con disgusto. En el camino y como una extraña coincidencia del destino, todos los semaforos se pusieron en rojo para los peatones. Baldwing pensó que esas escasas cinco cuadras se habian vuelto bloques enteros de cemento. Y que algo no lo deseaba que llegase al trabajo.
Por fin a media cuadra de su trabajo no puedo evitar mirar a un ciego que se dirijia directamente a una columna en su oscura travesía. Baldwing nunca habia sido solidario, no le importaban los demás. No era desprecio pero era un hombre totalmente frio a su realidad, como un cuerpo inerte dedicado a archivar papelerio.
Pese a esto Baldwing lo salvó del golpe.
_ ¿Estamos cerca de la esquina? -preguntó el ciego-
El olor rancio del ciego le recordaba esos bodegones que frecuentaba algunas tardes para jugar ajedrez. Posiblemente lo habia visto vendiendo peinetas en algun colectivo.

_ Tengo que doblar en la esquina Rosario de Sta. Fé. -dijo simpáticamente el hombre-
El ciego no podía haber elejido calle más tránsitada para doblar, sumandole a que Baldwing debió preguntar a una moza de un bar si efectivamente esa calle era Rosario y Sta Fé.
_ Es una quiniela.
Baldwing tomaba al apestoso hombre del brazo y lo dirijia. ¿Acaso el ciego pensaba en cambiar la suerte de su vida?
Al llegar a la quiniela lo dejó en la puerta.
_ Muchas gracias, al 205 voy a jugar. - En realidad Baldwing no recuerda si era al 205 o al 502. Pero es poco probable que ese hombre haya enderesado su suerte-
Al llegar a su oficina su jefé simplemente no lo saludo. Caminó despacio a su escritorio y se encorbó sobre su máquina de escribir. En su calva se reflejeba el minusculo ventilador de techo sin funcionar.
Baldwing se preguntó porque habia ayudado al ciego, y no puedo dejar de recordar a su tío. También era un ciego timbero y todos los días jugaba sus tres pecitos.
Recordó el informe sobre ciegos de Sabato y se pregunto si la Quiniela era alguna especie de secta para ciegos.
2 comentarios:
Me hubiera preguntado lo mismo. Esa sección de "Sobre héroes y tumbas" es brillante.
Totalmente. Sobre Heroes y Tumbas es genial.
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